En 1988 James Hansen, físico y climatólogo estadounidense anunció en el Congreso de su país el calentamiento de la Tierra debido a la emisión de CO2.
Durante 30 años, miles de científicos han seguido dando evidencias de ello pero no es hasta ahora que los gobiernos y, sobre todo, algunas grandes empresas, han decidido hacerles caso.
Esta es una buena noticia pero tiene sus riesgos.
Cuando las empresas se rigen sólo por el cuanto más crecimiento mejor, cuanto antes mejor, cuanta más rentabilidad mejor, parámetros a los que nos han tenido acostumbrados durante el último siglo, puede suceder algo a lo que también nos hemos tenido que acostumbrar, desgraciadamente, las burbujas.
Un riesgo de crear algo bajo parámetros estrictamente económicos y cortoplacistas es que crezca demasiado, sea débil y pueda estallar.
«Cuando las empresas se rigen sólo por el cuanto más crecimiento mejor, cuanto antes mejor, cuanta más rentabilidad mejor pueden crearse burbujas»
Y en los sectores de los que hablamos, como el energético, de infraestructuras, automoción, etc, donde las grandes corporaciones influyen mucho en los gobiernos, no sólo tenemos un terreno abonado para las burbujas sino que incluso se pueden llevar caminos erróneos basados en el interés de las grandes empresas.
Esto ya lo pudimos ver en nuestro país con el sector gasista, el cual fue fuertemente beneficiado por el gobierno desde la década de los 90 y del cual desde hace unos años tenemos varias noticias de su sobredimensionamiento y sobrecoste.
Otro aviso a navegantes sobre los caminos erróneos que pueden seguir los gobiernos fue la demonización del diesel practicada por la ministra Ribera desde su llegada al Ministerio de Transición Ecológica, por la que, queriendo mejorar un problema de la calidad del aire en las grandes ciudades no hizo sino aumentar la cantidad de CO2 emitido por nuestro parque móvil, a pesar de que gran parte de él casi ni pisa las grandes ciudades.
«Las grandes corporaciones influyen mucho en los gobiernos y eso se pueden llevar caminos erróneos»
Y este, el de la automoción, es precisamente uno de los sectores que más riesgos tiene y el cual no tiene visos de ir bien encaminado, al menos en Europa.
Si hacemos un pequeño estudio físico tratando el sector como un sistema aislado podemos observar que una de las ventajas más potentes que tienen los motores de combustión interna es su gran densidad energética, tanto en los motores como en los combustibles. Esto es, que en poco espacio y poco peso disponemos de mucha potencia y energía.
Y este es precisamente uno de los problemas de los vehículos eléctricos, sobre todo de su “combustible”. Cuando le demandamos gran potencia o autonomía este sistema de transporte tiene grandes barreras, barreras que no tienen otras tecnologías como por ejemplo la pila de hidrógeno o las turbinas de gas. Ni que decir tiene que este sistema además precisa de un material (el litio) que se concentra en determinados puntos del planeta (volvemos a la monopolización como con los hidrocarburos) y que dependen de una red eléctrica de momento también monopolizada por grandes compañías.
Entonces…¿por qué Europa pretende apoyar tanto este sistema de transporte?
Mucho me temo que es precisamente por esos riesgos asociados a que un sector empresarial poderoso esté cerca de los gobiernos y a que en Europa haya millones de puestos de trabajo dependientes de la fabricación de vehículos. Las marcas europeas no tienen una tecnología de pila de combustible tan desarrollada como, por ejemplo, alguna japonesa. La presión de las eléctricas por volver a tener unos niveles de demanda similares a los precrisis hace el resto.
“Corremos el riesgo de crear un nuevo monopolio (e incluso una nueva burbuja) en torno al litio y el coche eléctrico”
Al igual que con el sector de la automoción tenemos riesgos en otros sectores afines y que se emplearán para dar respuesta al cambio climático, como las energías renovables, grandes infraestructuras, abastecimiento de agua, nuevos asentamientos urbanos,…
Y ¿qué podemos hacer para minorar estos riesgos?…pues lo que hacemos cuando conducimos bajo la lluvia: disminuir la velocidad y estar más atentos.
Quizás no necesite cambiar mi coche, aún en buen estado, por uno eléctrico sino mejorar mi micromovilidad y optar en más ocasiones por el transporte público, compartido, etc.
Quizás no necesite consumir más electricidad, aunque sea renovable, sino aumentar el rendimiento de mi hogar.
Quizás no necesite que traigan más agua a mi población sino gestionar bien la que tenemos…
Quizás no deba fiarme de todos los cambios que me propongan los gobiernos y grandes empresas. Porque muchas veces pueden venir encaminados a perpetuar un modelo de crecimiento insostenible. Porque podemos volver a caer en lo mismo.