Lo decíamos hace tan sólo unos días y esta noticia viene a corroborar nuestros temores.
En nuestro artículo «El riesgo de una burbuja climática» veíamos cómo las grandes empresas y los grandes sectores empresariales, como el de la energía, automoción, aerolíneas, etc, tienen un poder sobre los gobiernos tan excesivo que pueden propiciar que estos se decanten en incentivar ciertas tecnologías para afrontar la transición ecológica. Y esto puede no sólo ser contraproducente para los ciudadanos sino perpetuar los errores del modelo actuar e, incluso, acentuarlos.
Hoy hemos podido leer de nuestros amigos de Xataca esta noticia: «Este barco es el primero del mundo en transportar hidrógeno líquido y funciona con diesel»
Realmente la noticia no es que este barco funcione con diesel, lo cual creo que de momento puede justificarse. Lo impactante de esta noticia es que el nuevo modelo que se está buscando para la automoción en Japón, de hacerse como explica la noticia, sería tanto o más contaminante e insostenible que el actual.
Pueden defender que la pila de hidrógeno no produce emisiones en el ámbito de utilización del vehículo en cuestión pero si el hidrógeno se genera a partir de combustibles fósiles estamos en las mismas. Y si además tenemos que licuar y transportar este hidrógeno por barco durante miles de kilómetros es posible que el resultado sea peor aún que el del modelo actual.
¿Por qué se promociona entonces este modelo?
Como decíamos en nuestro artículo anterior los grandes grupos empresariales presionan a los estados para que el cambio de modelo apunte hacia la tecnología que a ellos más les interesa. En el caso de las empresas de automoción europeas, que se quedaron atrás en el desarrollo de nuevos sistemas de automoción, su apuesta es por los vehículos híbridos y eléctricos. Para lo cual cuentan además con el apoyo de un sistema eléctrico profundamente oligopolizado. Y por ello ya estamos viendo movimientos muy rápidos para encaminar nuestro modelo de movilidad hacia lo eléctrico.
En Japón en cambio, de todos es sabido tienen más desarrollada que ningún otro país la tecnología de pila de hidrógeno, de hecho en los próximos Juegos Olímpicos de Tokio se pretende que todos los vehículos oficiales se muevan con esta tecnología. Por otro lado, aún tienen que resolver el problema que supone que su sector eléctrico tenga que prescindir del aporte de la potencia nuclear, hasta ahora tan importante. Ambos datos habrán puesto la balanza a favor de la automoción con hidrógeno, pero en vista de no poder obtener el hidrógeno de manera renovable, sostenible y tan rápida como desean para realizar un cambio de modelo de movilidad que les beneficie optan por las formas a las que las grandes empresas nos tenían ya acostumbrados: la vía rápida aunque sea contraria a los intereses de la humanidad.
Los grandes grupos económicos presionan a los gobiernos, en Europa se apoya el automóvil eléctrico y en Japón el de hidrógeno por los intereses de las empresas de cada zona.
Para ello cuentan, cómo no, con el apoyo de empresas del sector del petróleo y del carbón. Las cuales, a buen seguro, no dudarán en vender el proyecto como «renovable» o de «cambio de modelo» ejercitando el greenwashing al que nos tienen acostumbrados.
Y este es exactamente el problema que señalamos en nuestro artículo: las maneras de las grandes empresas no nos valen para transitar hacia un modelo sostenible. Las empresas y sectores que se guíen sólo por los beneficios y los resultados para su cotización en bolsa no tomarán el camino adecuado ni los medios adecuados. Los gobiernos que no entiendan que determinados sectores han de sufrir cambios drásticos e incluso desaparecer no harán sino marear a sus ciudadanos, pero no conseguirán una transición real y justa. Deben tomar las riendas, no sucumbir a las presiones de los grupos empresariales y velar por la justicia para los trabajadores y los ciudadanos.
Un modelo económico donde empresas con criterios puramente económicos tengan influencia sobre los gobiernos sólo nos garantiza perpetuar el fallido modelo anterior o incluso incrementar los problemas ambientales.
Por nuestra parte, los ciudadanos, tenemos que mantenernos informados y con criterio para velar por una transición real y justa. Así como también hacer uso de nuestra capacidad de restar poder a las empresas que no respondan al bien común a través de nuestras opciones de consumo.