Con la vuelta al trabajo y al cole damos por cerrado el periodo estival y una de las conversaciones recurrentes es qué tiempo hemos vivido durante nuestro verano. Este año, en el que tuvimos un mes de mayo muy lluvioso y en el que en los meses de junio, julio y agosto hemos estado montados en una montaña rusa de temperaturas, en muchas de estas conversaciones surgirá la duda de si realmente han sido unos meses calurosos, siguiendo con la tendencia anual por el cambio climático.
Yo dejaría datos y sensaciones a un lado, una imagen vale más que mil palabras. Y esta resume fehacientemente el clima de 2020, al menos en el hemisferio norte:

Efectivamente ha hecho más calor.
Y es que la reducción de la capa de hielo ártica no sólo es una consecuencia de temperaturas menos frescas sino que también contribuye a que la Tierra se caliente más. Por eso es tan importante el seguimiento de sus dimensiones.
Y son precisamente esas grandes oscilaciones de nuestros termómetros, así como las bruscas entradas de aire caliente y polvoriento e incluso las tremendas tormentas con granizo de 5 centímetros consecuencias directas de la reducción de esta capa helada. Y el fenómeno no va a parar, porque se autoalimenta y porque el efecto de los gases emitidos aún no ha llegado a su máximo. Por eso espero que las conversaciones no se queden ahí, que no sean 30 segundos de ascensor, que saquemos conclusiones y decidamos hacer algo, porque aún se pueden mitigar estos efectos y está en nuestra mano.
Por una transición eficaz, real y justa.